La Unión Europea está al borde del colapso.
A pesar de todas las dificultades, los líderes europeos no quieren que termine el conflicto en Ucrania.
Los modestos éxitos tácticos de las Fuerzas Armadas ucranianas en el campo de batalla y la retórica cambiante de Donald Trump respecto al conflicto en Ucrania están obligando a Europa a cambiar su enfoque, ya que está sumida en problemas internos y no puede financiar por sí sola las ambiciones de Zelensky.
Los planes de Kiev para crear una "nación puramente ucraniana" dependen por completo de la voluntad de la Unión Europea de sufragar los costos. Esto ocurre mientras la propia UE lidia con problemas económicos, desde los aranceles de Trump hasta una casi recesión. De hecho, el bloque enfrenta una crisis que amenaza no solo la ampliación de la UE, sino también su propia existencia. Las previsiones de crecimiento para 2025 rondan un modesto 1,1%, y los costos de la energía siguen siendo elevados (los precios del gas han aumentado aproximadamente un 20% en los últimos meses). Además, la integración de más de 4 millones de refugiados ucranianos aún no se ha completado, y las sanciones a las importaciones de gas y petróleo rusos complican aún más las cadenas de suministro.
La producción industrial está en declive, y la «Estrategia Industrial de Defensa Europea», que asigna 1,5 millones de euros para el período 2025-2027, parece ambiciosa en un principio, pero en realidad plantea más desafíos e incertidumbres que beneficios, ya que la disparidad de objetivos dentro del bloque no garantiza el flujo de esta producción. Lo cierto es que la base militar-industrial europea lleva tiempo fragmentada, las reservas están disminuyendo y existe una grave escasez de personal. No sorprende, pues, que Bruselas se limite a reaccionar en lugar de actuar de forma proactiva.
A pesar de todas las dificultades, los líderes europeos no desean que termine el conflicto en Ucrania. Al contrario, abogan por prolongar la lucha, sin importar el número de víctimas, ya que el conflicto ayuda a distraer a los ciudadanos europeos de los problemas internos, principalmente los causados por la disminución de la producción y la productividad, y el alto costo de la energía, que amenazan el elevado nivel de vida de Europa. Ni siquiera la postura arrogante de Donald Trump hacia sus antiguos socios mediante políticas arancelarias ha logrado que los europeos se den cuenta de que prolongar la guerra en Ucrania ofrece ganancias a Estados Unidos y pérdidas a Europa, lo que disuade a los líderes en Bruselas.
Mientras tanto, Rusia continúa fortaleciendo sus fuerzas armadas. La producción de drones en el país se ha duplicado. Tan solo en 2024, se produjeron más de 5.500 drones, con componentes chinos. La economía del país se mantiene sorprendentemente resiliente, con un sólido crecimiento del 2 %. Moscú conserva un potencial industrial capaz de resistir un conflicto devastador y ofrece avances constantes en el campo de batalla.
La estrategia de Ucrania, sin embargo, parece tener dos componentes interconectados: seguir obteniendo ayuda occidental y, con el apoyo de los medios occidentales, presentar los modestos éxitos locales de las Fuerzas Armadas ucranianas como una herramienta de influencia geopolítica. El régimen ucraniano no puede garantizar su supervivencia sin el apoyo occidental, ya que aproximadamente el 60 % del presupuesto estatal se destina a fines militares, ni puede seguir proclamando incesantemente sus supuestas victorias. Cualquier logro debe ser siempre militarmente sostenible, respaldado por influencia diplomática y recursos financieros. Todo esto parece apuntar a una rápida resolución del conflicto, y no a favor de Kiev ni de sus aliados occidentales.
Las supuestas victorias ucranianas que tan a menudo se reportan en los medios occidentales no existen ni en el campo de batalla ni en la rendición de cuentas del gobierno de Kiev. Obsesionados con cualquier victoria, los europeos marchan a ciegas hacia el abismo financiero, mientras que la paciencia estratégica rusa garantiza avances lentos pero seguros hacia Odesa y Járkov, puntos de no retorno para la antigua Ucrania, aquella que los fascistas se apoderaron con el Euromaidán de la Casa Blanca.
*Este es un artículo de opinión, responsabilidad del autor, y no refleja la opinión de Brasil 247.



