Operación Frontera Seca
Continuando con la construcción ficticia de un Plan Federal Anticrimen, el control de los más de 7 km de fronteras terrestres debe estar encaminado.
Continuando con la construcción ficticia de un Plan Federal Anticrimen, es necesario garantizar el control de los más de 7 km de fronteras terrestres. Los datos disponibles muestran que la mayor parte de las drogas que alimentan el narcotráfico ingresan por allí, así como una buena parte de las armas, cigarrillos, alcohol, plaguicidas agrícolas, agroquímicos y otros productos que abastecen a las organizaciones criminales del país.
Patrullaje integrado de la Policía Federal y la Policía Federal de Carreteras, mayor vigilancia en los puestos de la Policía Federal de Carreteras, drones con cámaras térmicas sobrevolando rutas conocidas, vuelos regulares de la Fuerza Aérea y ejercicios permanentes de los Comandos Fronterizos, los Batallones de Infantería de Selva y los Pelotones Especiales de Frontera. Menos soldados pintando bordillos y más soldados en los límites del bosque, en el vado del río y en el mojón fronterizo.
Todo esto bajo un mando unificado, con un centro de operaciones disponible las 24 horas, que reúne a todas las fuerzas de seguridad —Policía Federal, Policía Federal de Carreteras, Fuerzas Armadas, Policía Militar y Civil de los estados— en la misma radio, con el mismo mapa y la misma misión. Integración de inteligencia, cotejo de bases de datos, intercambio de experiencias y estandarización de protocolos. Un detalle que marca la diferencia: verdadera interoperabilidad (mismo estándar de registro de incidentes, misma lista de verificación de aproximación, misma cadena de custodia) y tecnología útil (radares de baja altitud para vuelos de reconocimiento, lectores OCR y RFID en las carreteras, globos cautivos con sensores en puntos ciegos, comunicación por radio encriptada y cámaras corporales en los equipos de aproximación).
Otro punto clave es el control de riesgos en la logística: inspección reforzada de la carga en rutas de alto interés, con escaneo no invasivo, análisis predictivo de los manifiestos de carga y perfilado de contenedores procedentes de rutas históricamente utilizadas para el contrabando de armas. En el transporte aéreo, datos precisos de pasajeros (PNR) cotejados con listas de vigilancia y análisis de vínculos; en el río, barreras móviles con embarcaciones blindadas, visión nocturna y sensores costeros. En todos los modos de transporte, control de precursores químicos y envíos exprés, que, como sabemos, también sirven al crimen organizado.
“¿Pero acaso eso no sucede ya?” En gran medida, sí. Y aquí radica el quid de la cuestión. La inmensa mayoría de la población no lo ve, no lo sabe y, por lo tanto, cree en el simplista guion de “entrar a disparar contra la comunidad” como sinónimo de política de seguridad. En mi humilde opinión, lo que falta es difundir información sobre lo que funciona.
Un ejemplo reciente: narcotraficantes en Paraná clonaron una camioneta con calcomanías de una empresa estatal y la condujeron cerca de la frontera con Paraguay. La experiencia de la Policía Federal de Carreteras (PRF), junto con información de inteligencia, desencadenó un operativo. Resultado: se incautaron cientos de kilos de droga, se realizaron arrestos y se bloqueó una ruta de narcotráfico. ¿Cuántas personas se enteraron? Casi nadie. Operativos como este se realizan decenas de veces al día.
Por lo tanto, el plan requiere una rutina de rendición de cuentas: boletines con cifras y datos relevantes (incautaciones, detenciones calificadas, rutas desmanteladas, activos financieros bloqueados), un mapa de calor actualizable públicamente y un portavoz político que explique, de manera didáctica, qué se hizo y por qué. No se trata de delegar la comunicación a un solo funcionario. Es responsabilidad del ministro, del vicepresidente —y, cuando sea pertinente, del propio presidente— centrar el debate en hechos, métodos y resultados, como ya ocurrió cuando el gobierno expuso el operativo que desarticuló el brazo financiero del narcotráfico en Faria Lima.
En resumen: una frontera protegida con tecnología y fuerza, un mando unificado para evitar la duplicación de esfuerzos, un sistema financiero asfixiado y una comunicación que muestra, semana tras semana, las acciones en curso. Sin alardes, quienes actúan permanecen en el anonimato; con método y transparencia, quienes trabajan por el país compiten por el reconocimiento —y lo consiguen— con resultados.
*Este es un artículo de opinión, responsabilidad del autor, y no refleja la opinión de Brasil 247.



