Río: Una ciudad sin líder en la guerra contra el narcotráfico.
Es una guerra entre la socialdemocracia y el poder del narcoterrorismo, construida artificialmente por el imperialismo en aras de la colonización de América Latina.
Río de Janeiro se ha convertido en una ciudad sin pensamiento crítico, atrapada en la guerra contra el narcotráfico, prisionera de la ausencia de opiniones disidentes, dominada por el oligopolio mediático ejercido por las Organizaciones Globo, que controlan la opinión pública y la dirigen hacia la defensa de los intereses del capital financiero neoliberal en su misión de destruir la ciudadanía democrática.
El poder oligopólico indiscutible de los medios de comunicación —radio, periódicos y televisión— arrea a la opinión pública como si fuera ganado, tal como lo hizo el régimen de Bolsonaro durante su gobierno fascista entre 2018 y 2022.
Actualmente, como siempre, está al servicio de la causa de Washington, de la cual ha sido portavoz desde el golpe militar de 1964: considerar a los narcotraficantes como terroristas, como quiere el presidente Donald Trump, para justificar la injerencia estadounidense en América Latina; la legislación estadounidense otorga al gobierno autonomía para intervenir en territorio extranjero en nombre de la seguridad nacional; de esta manera, desestabiliza a los gobiernos que considera inconvenientes para los intereses imperialistas.
Esto es lo que está sucediendo en relación con Venezuela y Colombia, cuyos gobiernos de izquierda el emperador Trump quiere derrocar para colocar en su lugar administraciones aliadas que faciliten la explotación económica y política imperial.
Al parecer, Washington justifica la necesidad de exterminar a los narcotraficantes, a quienes ha llegado a considerar terroristas y, como tales, sujetos a la legislación estadounidense con alcance extraterritorial.
En última instancia, el principal interés del imperio no es desconocido: el petróleo venezolano; antes de asumir el cargo, Trump se reunió con las principales corporaciones petroleras y les prometió exenciones fiscales para perforar pozos en todo el planeta; la prioridad absoluta es encontrar el oro negro que impulsa la industria estadounidense, junto con metales preciosos y críticos, cuyo valor energético, como las tierras raras, es estratégico para el poder militar y las grandes empresas tecnológicas, en la fabricación de armas y chips, con el avance de la inteligencia artificial.
TOROS PIRAÑAS
Los narcotraficantes son utilizados como cebo para ayudar a Washington a cruzar el río de los intereses imperialistas en América Latina.
En este momento, Globo se alinea con la derecha y los grupos fascistas de extrema derecha para expresar y aprobar sus propuestas en el Congreso que transforman a los narcotraficantes en terroristas, para facilitar el trabajo de Washington; el gobernador Castro de Río de Janeiro, partidario de Bolsonaro y fascista, envió previamente a Washington un informe sobre las actividades de los narcotraficantes a quienes ya considera terroristas, para satisfacer las demandas del imperio; al hacer esto, Brasil se convierte en un objetivo para que Washington hunda barcos de narcotraficantes en aguas del Atlántico, al igual que hunde barcos pesqueros frente a la costa venezolana en el Caribe, sin molestarse en identificar a quién está destruyendo.
Con esta estrategia, Trump ya está anunciando que los días del presidente Maduro están contados...
Tras esta acción estadounidense, con su claro sesgo imperialista, el oligopolio mediático de Globo repite sin cesar imágenes de la guerra librada por el gobernador de Río de Janeiro contra los narcotraficantes del Comando Vermelho (CV), elogiando, en editoriales, su capacidad organizativa en su acción bélica, de limpieza y eficaz.
Guerra semiótica electoral
La repetición exhaustiva de las imágenes de la guerra que comenzó la semana pasada con florituras maquiavélicas intensifica la semiótica del miedo y el terror que se apodera de la población, induciéndola a condenar enérgicamente a los narcotraficantes y a caracterizarlos como los nuevos terroristas; el objetivo es lograr lo que Washington y su portavoz mediático brasileño desean: la invasión de Brasil por el poder militar estadounidense para combatir el terror que amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos.
Las encuestas de opinión pública, que se han multiplicado en los últimos días, muestran su alineación inducida con la tesis que conviene a los intereses del imperio, para estimular lo que desean la derecha y la ultraderecha, mayorías en el Congreso: servir a su aliado imperial, apuntando a su objetivo político de debilitar al gobierno de Lula, considerándolo indulgente con el terror y, por lo tanto, susceptible de ser atacado por el imperio.
La guerra semiótica electoral, orquestada por el oligopolio mediático, tiene como objetivo obtener un amplio apoyo de la opinión pública a los intereses imperialistas, que ignoran la soberanía nacional como requisito previo para la acción gubernamental, haciendo que propuestas socialdemócratas, como votar en el Congreso sobre legislación que profundiza los ataques contra los narcotraficantes, agraven los castigos legales que justifican el combate al poder financiero de los criminales, perjudicando radicalmente sus intereses fundamentales.
Esta acción, coherente con la política de derechos humanos, esencialmente antiterrorista, otorga una amplia soberanía democrática al Estado como barrera contra la agresión imperialista estadounidense, similar a la dirigida contra Venezuela y Colombia; la lucha contra los narcotraficantes, según el proyecto de Lula, se desarrolla en el ámbito democrático y no en la preparación del terreno para eliminar la democracia, que es lo que ocurriría si Estados Unidos se alzara contra los narcotraficantes transformados en terroristas, como desean la derecha y la ultraderecha, apoyadas por la Red Globo, basándose en encuestas de opinión pública, inducidas por la semiótica informativa agresiva propia de las guerras híbridas.
El ejemplo a seguir, por lo tanto, no es el de Washington, esencialmente intervencionista, apoyado por agentes internos, que amenaza la democracia, sino precisamente el opuesto: la tesis socialdemócrata de la era Lula que fortalece el proceso democrático en la construcción de políticas de seguridad pública.
SEGURIDAD PÚBLICA DEL CAPITAL IMPERIALISTA
La seguridad pública, desde la perspectiva de la derecha fascista y la extrema derecha, adaptada a los intereses de la élite económica y política, subsidiaria del capital extranjero, solo conserva el interés político que actualmente los motiva: derrotar a Lula en las elecciones de 2026.
Este sistema de seguridad pública, que defiende los intereses de las clases adineradas, subyuga a los trabajadores porque está anclado en un aparato político que prioriza el capital, no el trabajo.
La creciente desigualdad social, resultante de la sobreacumulación de capital, que se concentra exponencialmente en el actual modelo neoliberal, exige una seguridad ilimitada, especialmente cuando las élites se sienten amenazadas por la inseguridad que ellas mismas producen, tanto social como económicamente.
Se trata de un círculo vicioso crónico, cuya contraparte es la expansión de la miseria y la violencia que afectan a las clases trabajadoras, socialmente excluidas por el proceso de concentración de la renta, que fomenta la desigualdad social.
Quienes se ven afectados por esta situación no tienen canales para expresar sus intereses.
Los medios de comunicación –por ejemplo, la organización Globo– están en manos del capital, que prescribe los mismos remedios venenosos de siempre para solucionar los problemas que él mismo crea, remedios que solo sirven para defender sus propios intereses.
En este contexto social, las opiniones disidentes no tienen cabida en Río de Janeiro, donde abundan las injusticias sociales, que culminan en la expansión de la violencia, resultado de la desigualdad, el desempleo, la pobreza, etc.
CONTRADICCIÓN Y GUERRA
La expansión del narcotráfico proviene de este entorno contaminado por la desigualdad, en el que las élites, amenazadas por la violencia que generan, dictan normas que profundizan la contradicción, sin tener la capacidad de superarla.
La contradicción tiende a superarse mediante la violencia, mediante la guerra, más allá de la superestructura legal que choca frontalmente con la infraestructura económica.
La guerra contra las drogas en Río de Janeiro es exactamente así.
Los habitantes de Río de Janeiro sufren en este contexto de violenta explotación económica, pero la explicación de sus causas la dan los portavoces de los intereses que la provocan.
El pueblo no tiene voz.
La voz que oye intenta convencerle de que él es el culpable, no la víctima.
Por lo tanto, ocurre lo absurdo: la mayoría, consultada en sondeos de opinión recogidos desde el punto de vista del capital que genera violencia y desigualdad, apoya a sus verdugos que utilizan la fuerza de las armas para destruirlo donde vive: en las favelas, en los cerros, en los callejones, en emboscadas mortales, en las periferias, en Penha, en Morro do Alemão, etc.
La contradicción es cristalina: la infraestructura económica capitalista controla la superestructura legal manipulada por las élites que ostentan el poder político.
La policía militar de Río de Janeiro es simplemente el brazo armado de este contradictorio marco institucional que controla los hilos del poder político estatal, ahora en medio de una campaña electoral abierta.
Lula, bajo ataque de terroristas neoliberales.
Lula está tratando de materializar lo que quedó claro en el caso de la Operación Hidden Carbon en São Paulo, en el que narcotraficantes del PCC estuvieron involucrados en el lavado de dinero sucio en la avenida Faria Lima, procedente de delitos en redes de gasolineras.
Los verdaderos criminales están en la cima de la escala social.
El plan de Lula consiste en atacar legalmente el cáncer maligno que produce el narcotráfico, reclutando a jóvenes militantes acogidos por los traficantes para amasar fortunas ilusorias con el fin de escapar de la condición de exclusión social que les impone el modelo económico neoliberal.
Lula, en una feroz lucha política contra la derecha y la extrema derecha que quieren destruirlo, busca acciones institucionales para expandir el poder soberano del Estado, en lugar de transformar a los narcotraficantes en terroristas para justificar la intervención estadounidense en territorio nacional, utilizando legislación estadounidense que garantiza a Donald Trump acciones punitivas extraterritoriales.
Es una guerra entre la socialdemocracia y el poder del narcoterrorismo, construida artificialmente por el imperialismo para justificar sus invasiones en nombre de la colonización de América Latina, aislándola de los BRICS y de la influencia china, una nueva potencia económica mundial.
*Este es un artículo de opinión, responsabilidad del autor, y no refleja la opinión de Brasil 247.
