En defensa de la soberanía, el gobierno de Lula intenta bloquear las modificaciones a la Ley Antiterrorista.
El objetivo es combatir el crimen organizado con la Enmienda de Seguridad y la Ley Antigangas, sin abrir resquicios legales para la intervención extranjera y las sanciones.
247 - Presionado por los avances de la oposición en materia de seguridad pública, el Palacio de Planalto intensificó el lunes (3) sus esfuerzos para aplazar la votación del proyecto de ley que equipara a las facciones criminales con organizaciones terroristas. El análisis está previsto para el martes (4) en la Comisión de Constitución y Justicia (CCJ) de la Cámara de Diputados.
Según el diario El GloboEl gobierno federal intenta debilitar la propuesta de la oposición para aprobar el proyecto de ley contra las pandillas, que tipifica como delito específico a los grupos criminales. La ministra de la Secretaría de Relaciones Institucionales, Gleisi Hoffmann (PT), llamó personalmente a los parlamentarios para intentar bloquear la sesión. Mientras tanto, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (PT) trabaja para controlar la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre el crimen organizado, cuya instalación también está prevista para este martes, evitando así repercusiones políticas en torno al tema.
Estrategia de contención y disputa legislativa
La inclusión del término «facción criminal» en el texto del gobierno, realizada a última hora, busca neutralizar el proyecto de ley que clasifica como terroristas a miembros de grupos como el Comando Vermelho (CV) y el Primeiro Comando da Capital (PCC). El Palacio Presidencial considera que, junto con la Enmienda de Seguridad Pública (PEC da Segurança Pública), enviada en abril, el proyecto de ley contra las facciones ya responde a las principales demandas de la oposición, pero sin los efectos colaterales de equipararlas con el terrorismo.
En la práctica, el gobierno teme que reconocer la existencia de «grupos terroristas» en el país pueda generar consecuencias internacionales, abriendo la puerta a intervenciones externas e incluso sanciones económicas. Los países que albergan organizaciones terroristas, por ejemplo, pueden enfrentarse a restricciones para bancos y empresas, así como a un aumento de los costos de los seguros y a la fuga de capitales.
El líder del PT en la Cámara de Diputados, Lindbergh Farias (PT-RJ), criticó el intento de adelantar la votación sobre el proyecto de ley de la oposición:
"Es absurdo que esto se esté debatiendo antes que la ley contra las pandillas. Es una broma en un momento tan serio. La ley contra las pandillas tiene una pena mínima más alta que la ley antiterrorista. ¿Qué sentido tiene? ¿Socavar el principio de nuestra soberanía e incitar a la agresión contra otro país?"
El gobierno teme precedentes internacionales.
El Palacio de Planalto ve riesgos políticos y diplomáticos si las facciones son clasificadas formalmente como terroristas. El reconocimiento oficial sentaría un precedente para acciones extranjeras en territorio brasileño, como las llevadas a cabo por Estados Unidos en países como Pakistán, Yemen y Somalia, bajo el argumento de la "extraterritorialidad".
La propuesta del gobierno también incluye herramientas de investigación ampliadas, como el uso de agentes encubiertos, empresas fantasma y la confiscación temprana de bienes, además de fortalecer la presencia del gobierno federal en las acciones de seguridad pública, un punto central de la Enmienda de Seguridad.
Mientras tanto, la oposición intenta incorporar la iniciativa del gobierno al proyecto de ley que modifica la Ley Antiterrorista, lo que unificaría las propuestas presentadas por el diputado Nikolas Ferreira (PL-MG). Los partidarios del gobierno consideran la maniobra «absurda» y prometen resistir.
Disputa política en la CPI (Comisión Parlamentaria de Investigación) sobre el crimen organizado.
Mientras tanto, la oposición intenta convertir la CPI (Comisión Parlamentaria de Investigación) sobre el crimen organizado en una plataforma política contra el gobierno de Lula. En el Senado, la comisión fue propuesta por el senador Alessandro Vieira (MDB-SE) y autorizada por Davi Alcolumbre (União-AP). La investigación, que cobró impulso tras la operación policial más sangrienta en la historia de Río de Janeiro —con 121 muertos—, busca investigar las actividades de facciones y milicias.
La derecha apuesta por la nominación de Flávio Bolsonaro (PL-RJ) para presidir la CPI (Comisión Parlamentaria de Investigación), aumentando así la presión sobre el Palacio de Planalto. Mientras tanto, senadores del Partido de los Trabajadores (PT) trabajan para elegir a Fabiano Contarato (PT-ES), delegado de la Policía Civil, considerado un candidato de consenso incluso entre la oposición. Se espera que el líder del gobierno en el Senado, Jaques Wagner (PT-BA), se una a la comisión para abordar los enfrentamientos con los partidarios de Bolsonaro.
Ante el estancamiento político y el riesgo de derrotas en las comisiones, el Palacio de Planalto apuesta por la estrategia de aplazar las votaciones y reforzar el discurso de que la ley antigangsteril es más eficaz y compatible con la defensa de la soberanía nacional que la propuesta de la oposición.

